Como muchos fotógrafos de conciertos, mi pasión por este tipo de fotografía empezó comportándome como una fan más, haciendo fotos desde el público con una cámara compacta. Al principio eran cámaras analógicas, y luego pasaron a ser digitales. La que más alegrías me dio en su día, pese a las limitaciones lógicas que comportan las cámaras compactas, fue mi Sony Cybershot DSC-P100, que a pesar de sus escasos 5.1 megapixels dio bastante de sí.
Dicen que la cámara no hace al fotógrafo, pero quien ha hecho fotos con photopass usando una Reflex y luego ha vuelto a intentar utilizar una compacta estará de acuerdo en que las limitaciones de las cámaras compactas al intentar inmortalizar conciertos son muchas, y la experiencia suele ser un poco desesperante... Para mí dejando a un lado la calidad del imagen en sí, lo que más loca me vuelve es el retraso del disparador (shutter lag en inglés): en las compactas el tiempo que transcurre desde que pulsas el disparador hasta que la foto es capturada por el sensor es importante, y en fotografía de sujetos en movimiento, como en fotografía de conciertos, es la diferencia entre tener la foto que quieres, o la foto del momento inmediatamente posterior, o entre tener la foto bien o tenerla movida.
Aún así, quien está acostumbrado a hacer fotos en conciertos, encuentra muy difícil no hacer fotos en absoluto. Así que veces si estoy en un concierto sin photopass y estoy cerca, intento capturar alguna foto (más a nivel puramente documental que otra cosa) con la compacta Lumix TZ-10 que tenemos en casa... La última vez fue el domingo pasado, cuando visitamos Londres durante el fin de semana para poder ver a los legendarios Faith No More en la preciosa sala Hammersmith Apollo. En segunda fila pero rodeados de un moshpit considerable, la experiencia fue cuanto menos un desafío fotográfico. Aquí tenéis algunas de las fotos del resultado:
El concierto en sí fue espectacular, Mike Patton va tan sobrado de voz y actitud que incluso atreviéndose a versionar Delilah de Tom Jones y Never Gonna Give You Up de Rick Astley se las apaña para sonar terriblemente sexy. El setlist entero fue una sucesión de hits a cada cual más memorable (aunque quizá me quede con Last Cup of Sorrow como la gran interpretación de la noche), y el ambiente entre el público de éxtasis total... Una noche inolvidable, y aunque sólo sea por eso estoy contenta de haber podido hacer alguna foto con la compacta de recuerdo.
¿No es ese el motivo último de la fotografía de conciertos? Dejar constancia de un acto irrepetible, plasmar en imágenes el espíritu de la música. Y a falta de photopass, nunca es tarde para recordar como fueron los comienzos.